“Una espeluznante aventurada vivida por tres jóvenes pampinos en un viaje de vacaciones a Cavilolén”
El sol ya se había ocultado tras la montaña y las primeras sombras vespertinas comenzaban a caer como un velo sobre el maravilloso paisaje. Los cuatros jóvenes hacían el viaje de regreso de un grato paseo por las inmediaciones del río Choapa, ubicado en la cuarta región. Habían salido muy temprano para disfrutarlo al máximo, y realmente lo consiguieron; los hermanos Virginia, Luis y Manuel habían viajado desde el norte del país más específicamente de la “Oficina Salitrera Chile”, segunda región, invitados a Cavilolén por su prima Carmen, a pasar junto a ella y sus padres sus vacaciones de verano. Habían llegado el día anterior, esta era su primera salida y estaban muy entusiasmados.
Cabalgaban orillando el río mientras charlaban animadamente, sus alegres voces juveniles rasgaban el silencio del solitario y bello paraje. De pronto sus voces fueron acalladas por el relincho de los caballos, mientras sus cuerpos eran sacudidos violentamente hacia atrás, debido al brusco movimiento hecho por los animales al pararse sobre sus dos patas traseras, lanzándose enseguida en una desenfrenada carrera mientras sus asustados jinetes hacían esfuerzos desesperados por sujetarse a ellos y no perder el equilibrio y salir disparados. Al cabo de algunos minutos que para ellos fueron una eternidad, lograron por fin controlar a las bestias, las cuales estaban sudorosa y jadeantes; los nerviosos muchachos no salían de su asombro por lo sucedido; sin poder articular palabra sólo atinaban a mirarse como preguntándose unos a otros el porqué de lo ocurrido. Carmen dando un suspiro de alivio les dijo a sus acompañantes: ¡Que susto pasamos! Mi preocupación más grande eran ustedes, ya que no tienen mucha práctica como jinetes y estaba convencida de que los caballos los derribarían, afortunadamente no fue así; ahora deben tranquilizarse y dar por olvidado el episodio.
Virginia con voz trémula preguntó a su prima: ¿Qué crees tú que fue lo que espantó a los animales? A lo que Carmen respondió: tras esto existe una extraña historia. Cuando yo era una niña, en noches muy frías y lluviosas de invierno me gustaba mucho sentarme alrededor de un bracero junto a la abuelita Ana, mientras ella soplaba con un cartón los carbones encendidos haciéndolos chisporrotear, me contaba muchas historias que yo escuchaba fascinada con mi gato ronrroneando sobre mis piernas; entre todos estos relatos había uno que a mi me gustaba mucho y precisamente es esta historia, la que tiene la respuesta a lo que nos acaba de suceder. Los muchachos escuchaban muy interesados y a la vez intrigados a su interlocutora, sin hacer ningún comentario, Carmen continuó conversando y dijo, la abuelita Ana siempre comenzaba así su relato:
Hace mucho, pero mucho años atrás vivió aquí en Choapa junto a sus padres una linda jovencita llamada Laura, era una buena muchacha, pero poco voluntariosa debido a que siendo hija única sus padres accedían a todos sus caprichos. Cierto día Laurita solicitó permiso a su madre para asistir a una trilla, tú sabes Carmencita me decía mi abuelita, que la trilla es el trabajo que realizaban los peones correteando en sus caballos sobre el trigo y otros granos para despojarlos de la envoltura que los cubre; esa es la paja que tú conoces. Pero la trilla no es solamente trabajo, también durante ella se hace una fiesta donde se canta y se baila la música de nuestros campos, se come y se bebe, es una fiesta típica del campo chileno. Bueno Laurita estaba muy entusiasmada con participar de estos festejos, pero su madre le negó el permiso aduciendo que ellos sus padres no podrían acompañarla como de costumbre debido al delicado estado de salud del jefe de hogar, la chica insistió argumentando que ella ya no era una niña y que perfectamente podría ir sola, pero la mamá se opuso tenazmente. Laura ante la negativa de su madre la espeto y le dijo: con su permiso o no me iré de todas manera a la trilla, y uniendo la acciòn a la palabra se retiró a su cuarto, se puso su vestido más lindo, confeccionado en una vistosa tela estampada de grandes flores, arregló tambièn sus hermosos cabellos, empolvó su graciosa nariz y por último calzó sus botas cortas muy de moda en esa época; hechándose una última mirada al espejo, salió en una forma desafiante de su cuarto alcanzando la puerta de calle ante la atónita mirada de su madre, quien quiso detenerla, pero ella salió presurosa de la casa. La mujer sintió tal indignación ante la falta de respeto de su caprichosa hija, y sin poder contenerse le gritó estas palabras: ¡antes de cruzar el río te convertirás en piedra!, ella siguió caminando sin siquiera mirar a su progenitora.
Laura al llegar al río se inclinó a desabrocharse los zapatos con la intención de pasar al otro extremo, pero no pudo hacerlo, pues en ese mismo instante quedó tranformada en piedra. Su madre al enterarse de lo ocurrido a su hija le pesó grandemente haberla maldecido, gritó enloquecida pidiendo su perdón, pero ni sus gritos, ni sus lágrimas lograron deshacer el hechizo, la maldición ya se había cumplido. La abuelita, así terminaba siempre su relato, con la debida advertencia de que yo debía ser siempre obediente para que nunca tuviera que pasar por algo semejante, porque me decía que los hijos muchas veces hacían decir a la madre cosas que ellas no sentían, que actuaban de esa manera atormentadas por la rabia que les invadía, por la mala actitud de sus hijos, me decía que yo tuviera mucho cuidado, pues las maldiciones de la madre siempre se cumplían.
Luis muy impaciente le preguntó a su prima ¿Qué relación tiene todo esto con lo que nos ha sucedido a nosotros? Carmen le respondió: la relación que tiene esta historia con nuestra experiencia es la siguiente: Allí, frente donde se espantaron nuestros caballos, al otro extremo de la rivera del río, existe una piedra con una muy notoria figura de una mujer inclinada como en actitud de desabrochar sus zapatos; se destacan en una forma muy visible las grandes flores de su vestido, y cuentan los lugareños más antiguos que cuando llega la fecha de la maldición, la escuchan llorar muy lastímeramente, también aseguran que una vez al mes en una fecha determinada la ven sangrar, y al atardecer cuando el sol se esconde nadie quiere pasar a caballo por el lugar , porque las bestias se espantan y hechan a correr sin poder controlarse, muchas veces sus desesperados jinetes son expulsados con tal violencia que caen al suelo encontrando una muerte instantánea. Manuel, quien hasta ese momento había escuchado en silencio, le reprochó a su prima, el no haberles advertido la situación, a lo que ella repuso, que nunca había creído esta historia, pensaba que sólo era un cuento o una leyenda o una fantasía, pero que ahora había comprobado que lo que su abuelita Ana le contaba era una realidad. Los ladridos de los perros le indicaron las cercanías del hogar, ¡Que alivio dijo Virginia, mis cabellos están todos erizados ¡esta historia es realmente espeluznante!, mientras allá lejos, la luna se asomaba timidamente detrás de un cerro.
Fin
Virginia Arévalo Olivares
(Gina)