Nací en la pampa salitrera del Norte Grande de nuestro país (Chile), soy hija de padres pampinos. Mi padre, don Leónidas Segovia nació en “Santa Luisa”, la más grande de las oficinas del Cantón del Taltal, sus abuelos habían venido de “Catamarca” y “La Rioja”, desde Argentina para trabajar en las salitreras del norte chileno. Por esos años, también nuestros hermanos de los países limítrofes (Bolivia, Perú y Argentina) abandonaban su casa natal para venir a Chile en busca de una fuente laboral.
Contaban mis bisabuelos argentinos que en pleno auge del salitre chileno, era tanto el afán en la Argentina por venir a trabajar a las salitreras chilenas, que mucha gente cruzaba la cordillera para hacerlo. Y que en una ocasión un joven miembro de nuestra antepasada familia también deseo buscar suerte en estas mineras, y preparando viaje para Chile entusiasmó a su polola, quien obtuvo una respuesta negativa por parte de sus padres al enterarse del deseo de su hija. La niña viendo que su amado se iba a ir igual sin ella, se desesperó y tomó la firme decisión de arrancarse de su casa, y así lo hizo, En común acuerdo con su novio, una noche mientras sus padres dormían profundamente tomo un pequeño saco con algo de ropa y fue tras del que tanto su alma amaba, él ya había conseguido la mula que los trasladaría hasta el transandino país, y muy contentos los enamorados emprendieron su viaje. Por la noche nadie se dio cuenta de la huida de la niña, pero los padres al despertar en la mañana y ver vacía la cama de su hija, entonces comenzó su terrible drama. La madre en su impotencia y rabia profirió una maldición en contra de los jovenes, "ojalalá los cuervos le coman los ojos". Había sido una fria noche de invierno, y a causa de las muy bajas temperaturas la cordillera por donde tendrían que atravesar los enamorados se había cubierto de nieve. Los padres muy angustiados imaginando la peor desgracia salieron en busca de su niña, pero no la encontraron. Al correr los dias les llega la triste noticia, de que un arriero había encontrado los cuerpos de los jovenes amantes descubiertos de la nieve ya derretida por el calor del sol, y que sus ojos habian sido el festín de los insensibles pájaros.
Fue entonces en aquel tiempo, cuando el che Carrizo mi bisabuelo materno dejó el país trasandino, y atravesando en mula la fastuosa cordillera de los Andes llegó a estas tierras nortinas, las que fueron su nuevo hogar; primero la gran oficina “Santa Luisa”, y luego las oficinas “Chile” y “Alemania” que entonces estaban en su real esplendor industrial.
Mi madre, doña Virginia Arévalo nació en Illapel. Su padre un hombre campesino, oriundo de la séptima región del país que constantemente recorría los pueblos buscando un mejor porvenir para su familia, tras mejores horizontes llegó hasta las tierras del norte chico. Pero en el año 1940, cuando ella tenía tan sólo cinco años de edad su familia llegó a establecerse en estas lejanas tierras, su padre entusiasmado por el entonces llamado “enganche” fue atraído como muchos hombres del norte chico y sur del país, que fueron reclutados para trabajar en las Oficinas Salitreras del norte grande; un día junto a su familia emprendió viaje para ir tras un horizonte tentador, cuyo resplandor se vislumbraba desde lejos, porque emanaba a radiar del suelo calichoso en la tierra nortina. Acompañados de otras personas dejaron atrás toda una vida de miserias y con la ilusión de una opurtunidad mejor se embarcaron en el longitudinal (el tren de pasajeros que recorría las tierras nortinas en ese entonces), dirigiéndose a toda marcha hacia la pampa salitrera del famoso Cantón de Taltal, ubicada en pleno desierto de Atacama, muy lejos de su tierra original. Después de un largo viaje llegaron a la estación Catalina, donde el tren hacia escala para luego continuar viaje más al norte. Allí descendieron, y tras abandonar la estación fueron al pueblo para tomar el camión que transportaba a la gente hasta la “oficina Chile” (este era el vehículo motorizado más utilizado en ese tiempo para el transporte colectivo), el que les condujo unos cuantos kilómetros por un camino de tierra que llevaba a la Oficina. Al llegar a la Chile, el paisaje para nada era igual a su tierra natal, y el panorama económico que el enganchador había prometido a su padre parecía no ser real. Esa oficina de polvorientas callejuelas y sin vegetación alguna que adornara ese inhóspito lugar (sólo su placita tenía algunos pocos árboles llamados pimientos), sólo estaba rodeada de muchos cerros de diversos colores y de variadas formas que se encargaban de hermosear ese sequedal. Mi madre solía decir, que nunca olvidaría sus sencillas y pequeñas casas que otrora la habían cobijado, ni a la gente pampina que a su llegada con cálida sonrisa le daba la bienvenida.
En esas pampas mis padres se conocieron y contrajeron matrimonio. Pero con la aparición del salitre sintético estas oficinas salitreras unas tras otras fueron dejando de funcionar, es por esa razón que ellos debieron trasladarse a la nueva oficina "Pedro de Valdivia" donde tuve el gran privilegio de nacer.
Wilma Segovia Arévalo
Mapa Región de Antofagasta
Ubicación de algunas Oficinas Salitreras del Cantón de Taltal.
Entre ellas "Santa Luisa, la Alemania y la Chile"