Los pampinos tenían la costumbre de sentarse a conversar en las puertas de sus casas. Sus conversaciones lo hacían en grupos de amigos y versaban entre otras cosas sobre trabajo, deporte, y algo muy importante para ellos era hacer recuerdos de su tierra de origen, la cual amaban entrañablemente. También conversaban sobre fantasmas y ánimas, la gente de la pampa era muy inclinada a creer en apariciones, duendes, y leyendas tales como “La Lola”, “La Llorona”, “La Viuda”, etc.
La vida de la mujer pampina era tan sacrificada como la de su esposo, después de una agotadora jornada diaria trabajaba hasta altas horas de la noche haciendo hallullas, empanadas, dulces o alfajores para vender, porque así aportaba para el sustento del hogar, también ella misma fabricaba la ropa de sus hijos. Los niños a una temprana edad debían incorporarse a la vida del trabajo, en la pampa era común que ellos tuvieran sus propios empleos, ya sea como lustrabotas, acarreadores de agua, fleteros, etc. En la casa le estaba terminantemente prohibido participar de las conversaciones de los adultos, y cuando a alguno de ellos la curiosidad lo hacía olvidarse de esta regla, bastaba una sola mirada del jefe de hogar para hacerle recordar su impertinencia, sin perjuicio de la disciplina posterior a la que se había hecho acreedor, la cual era aplicada una vez que la visita abandonaba el hogar.
Las vestimentas de los pampinos no diferían mucho de la ciudad, vestían según la estación, pero eso sí con más sencillez. Debido a los fuertes ventarrones de la pampa, la mujer se veía en la obligación de usar pantalones y un pañuelo en la cabeza, por motivos a que el viento levantaba sus faldas y desordenaba sus cabellos. El uso de sombrero especialmente en los varones, tuvo gran trascendencia y duró por muchos años, y esto por dos razones: en las zonas desérticas del salitre, por las altas temperaturas; y en las zonas menos cálidas, por la moda traída desde la pampa Argentina.
En cuanto a la alimentación en la pampa, la primera comida diaria, vale decir el desayuno, consistía en un plato que podía ser fideos, harina tostada guisada, arroz graneado, cada cual acompañados de un bistec y un huevo frito. A la hora del almuerzo no faltaba la cazuela y un segundo plato que casi siempre consistía en legumbres, ya sea porotos con chicharrones, lentejas, garbanzos, o mote guisado, y como postre casi siempre estaba presente el mote con huesillos. Las onces se componían regularmente de cebolla y huevos fritos, pan y té con leche condensada. La cena era algo más liviano como sopa y un segundo plato que podía ser sémola, fideos, o arroz, con algún agregado como pino de carne con cebolla o huevos, y posteriormente una taza de té como bajativo. El día domingo o festivo variaba un poco el menú, había una entradita, siempre estaba la cazuela y un sendo plato de puré con asado, papas rellenas o pastel de papas, el postre siempre era mote con huesillos. Las bebidas preferidas eran las cervezas, vino puro o preparado con frutas frescas o en conservas al que le llamaban “ponchera”. Estas bebidas las consumían en fiestas o simplemente en farras, las que se llevaban a efectos en las cantinas y fondas.
Las ceremonias que se celebraban en la pampa eran de tipo religioso, las que consistían en matrimonios, bautizos y servicios de despedida en el cementerio a alguna persona fallecida, todas estas las realizaban la iglesia evangélica y católica en forma individual. Las cofradías estaban constituidas principalmente por las comunidades religiosas de católicos y evangélicos, las que trabajaban arduamente en sus respectivas labores proselitistas. Las asambleas eran conformadas por los sindicatos de trabajadores, los que se reunían para estudiar la forma de mejorar sus sueldos, el trato de sus jefes hacia ellos, etc. También existían centros culturales y asociaciones deportivas, los cuales se organizaban para presentar actividades artísticas y deportivas.
Las rutas que usaban en la pampa consistían en caminos de tierra que conducían a otras oficinas cercanas, y éstos eran transitados a pie o en bicicleta generalmente durante el día a causa del terror nocturno que inspiraba tan temibles soledades. El vehículo motorizado más utilizado para el transporte colectivo era el camión. También estaba la línea férrea del tren que transportaba el salitre al puerto de Taltal para su destino final, a su regreso el tren traía carbón, petróleo y pasajeros.. Este era el principal medio de transporte que proveía a las oficinas de carga, correspondencia, frutas, películas de cine, etc., y también el medio de movilización de pasajeros a otras ciudades. Distante a 23 kilómetros, se encontraba la estación de ferrocarriles “Catalina”, lugar de importancia por la escala que realizaba allí el tren procedente del sur y norte del país. El tren frecuentaba esa estación dos veces por semanas y el día sábado hacía combinación con el tren procedente de Taltal.
En las fiestas patrias, por las noche asistían a los bailes populares organizados por clubes deportivos, donde se bailaba y se bebía abundantemente. Casi siempre estos bailes terminaban no con la misma alegría que comenzaban, pues como eran bailes populares, las damas estaban comprometidas a bailar con el varón que las invitaba a hacerlo, negarse era un desaire imperdonable y, aunque el bailarín pedía respetuosamente permiso para bailar con la dama a su acompañante, éste cuando ya el alcohol desordenaba sus pensamientos y encendía sus ánimos, le bajaban los celos y a combo limpio agredía a su supuesto rival. De inmediato se formaban dos bandos, uno de parte del agredido y otro de parte del agresor, bastaba unos escasos minutos para que la fiesta se convirtiera en una batalla campal. Pasada las fiestas patrias todos volvían a ser amigos.
Los espacios públicos eran la pequeña plaza orillada de pimientos, escaños y un kiosco donde hacía sus presentaciones musicales la banda instrumental con sus instrumentos de viento y percusión, que esparcía sus bellos sones en la retreta dominical y que hacía las delicias de los asistentes, los que se paseaban a su alrededor, mientras otros bailaban, los más ancianos se sentaban a escuchar y a observar. Los días de pago llegaban comerciantes de las ciudades cercanas (Taltal y/o Antofagasta) a ofrecer sus mercaderías al crédito o al contado, los que se instalaban en un lugar específico cercano a la plaza. Estaba el parque de juegos infantiles con columpios, montaña rusa y otros que hacían la felicidad de los niños y también las peleas entre ellos por ganar uno de estos juegos. Existía también un teatro (edificio), que atraía la concurrencia cada vez que llegaban compañías teatrales desde otros lugares del país o se presentaban conjuntos artísticos de la localidad, este también era utilizado como cine tres veces por semanas, en donde el pampino vibraba viendo las películas de cowvoy. También había una cancha de fútbol de tierra con arcos de sunchos, donde los aficionados iban a ver jugar a su club predilecto, allí las barras gritaban y alentaban a sus jugadores, y cuando alguno caía al suelo retorciéndose de dolor, no faltaba el que gritaba alguna expresión sin malicia en respeto a los presentes como por ejemplo: ¡péguenle un balazo pa' que no sufra!, causando la risa de todos los hinchas.
Ante la muerte el pampino como todo ser humano era muy sensible, usaba el luto en la vestimenta; la mujer se vestía toda de negro, mientras el hombre usaba una ancha franja negra en la manga derecha de su vestón. Cuando fallecía alguien en forma trágica, levantaban un santuario en el lugar de la tragedia (animita), en el cual encendían velas en pago de algún favor que solicitaron al difunto y que según su fe él le había concedido. A la persona fallecida lo velaban en su casa sobre un catre o mesón, lo cubrían con una sábana blanca y le prendían cuatro velas, dos en la cabecera y dos en los pies. Los amigos de la familia doliente llevaban velas y coronas de papel. El ataúd lo confeccionaban en la carpintería y a la medida del muerto; este era muy artesanal, todo pintado de negro, cuando ya estaba terminado lo entregaban a los deudos, quienes después de acomodarlo en él, lo sellaban con clavos, esta parte era muy dolorosa para ellos, por cuanto ya no verían más su rostro. En el momento de la partida al cementerio, llegaba la carroza que consistía en un carro con cuatro ruedas al que tiraban por turnos de unas manillas todos los hombres que querían hacerlo. Al llegar al cementerio, allí esperaba una fosa abierta para recibir el cuerpo del difunto. Como se podrá apreciar todo el funeral salía sin costo para los deudos.
Ante las fuertes raíces moralistas, se hacía necesario recurrir a estrategias poco decorosas para ocultar acciones que perjudicaran la buena imagen de una persona determinada, en este caso nos referiremos al adulterio. Era común entonces que cuando una mujer se instalara por las noches detrás de la ventana de su casa a observar los movimientos callejeros divulgándolos después, al otro día encontrara en el portal de su casa huesitos humanos envueltos en un paño, todo extraído del cementerio como símbolo de mal augurio, muerte y destrucción”.
Virginia Arévalo Olivares
Wilma Segovia Arévalo