La historia de la pampa taltalina se escribió con el sudor del roto pampino, hombre de carácter rústico, pero dotado de un noble corazón, muy hábil con el macho y el chuzo. Sus fuertes y callosas manos ayudadas por dichas herramientas, destrozaban los enormes bolones de caliches desprendidos de las entrañas de la tierra por la acción de la dinamita. Su labor fue tan sacrificada como riesgosa, en verano soportaba el calor del sol que hacía brotar de su frente grandes goterones de sudor que resbalaban por sus curtidas mejillas, las que el viento amorosamente enjugaba. En varias ocasiones este héroe de la pampa cayó sin vida en las calicheras por causa de un tiro que se adelantó o tardó en detonar. En invierno sufría las inclemencias del tiempo, pero ninguna de estas adversidades lograba amilanarlo; su objetivo era cumplir bien con su labor y lo hacía con una tenacidad admirable. La mula, su fiel compañera lo ayudaba en su faena, hombre y animal formaban un excelente equipo. La bestia arrastraba la pesada carreta cargada con el caliche desplazándose por una rústica huella hasta llegar a la rampla,
donde éste era descargado y trasladado a los carros (o tolvas) del tren, el cual corría estrepitosamente sobre los rieles hacia la máquina de elaboración, allí el caliche había de ser procesado, y desde ahí salía convertido en salitre el preciado oro blanco. Enseguida lo metían en los sacos que ya venían con su respectiva inscripción y lo transportaban por ferrocarril hacia el puerto de donde salía en barco hacia el sur del país, quedando sólo una parte de él, y lo demás se enviaba al extranjero. Pero no sólo esto encerraba el quehacer de la pampa salitrera, estaba la casa de máquinas, la maestranza, la casa de fuerza, el taller eléctrico, etc., donde cada operario desempeñaba su labor correspondiente, la parte administrativa también cumplía con su importante trabajo. Además estaba la pulpería donde las dueñas de casa podían adquirir los alimentos; en el aspecto salud había un hospital para atender al trabajador y su familia; en cuanto a la educación había una escuela primaria que impartía la enseñanza básica a sus alumnos. Para la recreación estaba el teatro, donde se exhibían películas y actuaban las compañías, lo que estaba muy en boga en ese tiempo; también existían los conjuntos artísticos formados por gente joven y adulta, aficionada a las tablas. En el deporte estaban los clubes de fútbol, básquetbol, rayuela, tenis, pin pon o tenis de mesa. Todas estas actividades hacían más grata la vida, después de las duras jornadas de trabajo.
La historia de la pampa taltalina se escribió con el sudor del roto pampino, y su última página se cerró con las lágrimas furtivas de más de algún pampino de corazón.
Virginia Arévalo O.“Gina”